lunes, 24 de diciembre de 2012

El cuento de navidad de Auggie Wren - Paul Auster

Le oí este cuento a Auggie Wren. Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre. Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.

Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años. Él trabaja detrás del mostrador de un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo. Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren. Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más.

Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío. Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros. Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida. A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero resultó que Auggie se consideraba un artista. Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada. A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso. Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías. Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.

Dios sabe qué esperaba yo. Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente. En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos. Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla. Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista. El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías. Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una.

Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar. Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había visto nunca. Todas las fotografías eran iguales. Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes. No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación. Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:

—Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio.

Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada. Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones. Finalmente pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos). Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie.

Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos. Cogí otro álbum. Ya no estaba aburrido ni desconcertado como al principio. Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí. Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto. Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare.

—Mañana y mañana y mañana —murmuró entre dientes—, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos.

Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Eso fue hace más de dos mil fotografías. Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos. Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.

A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría. En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico. ¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté. ¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?

Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras “cuento de Navidad” tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza. Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así. Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental? Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja. Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.

No conseguía nada. El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza. Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre. Me preguntó cómo estaba. Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.

—¿Un cuento de Navidad? —dijo él cuando yo hube terminado. ¿Sólo es eso? Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca. Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.

Fuimos a Jack’s, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sándwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes. Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.

—Fue en el verano del setenta y dos —dijo. Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético. Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable. Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic. Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.

Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carné de conducir junto con tres o cuatro fotografías. Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara. Tenía su nombre y dirección en el carné, pero me dio pena. No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él. Robert Goodwin. Así se llamaba. Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela. En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara. No tuve valor. Me figuré que probablemente era drogadicto. Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?

Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer. Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes. Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.

La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas. Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio. Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio. Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.

—¿Eres tú, Robert? —dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.

Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.

—Sabía que vendrías, Robert —dice—. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.

Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.

Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.

—Está bien, abuela Ethel —dije—. He vuelto para verte el día de Navidad.

No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.

No llegué a decirle que era su nieto. No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía. Sin embargo, no estaba intentando engañarla. Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas. Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.

Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos. Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa? Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía. Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.

—Eso es estupendo, Robert —decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo. Siempre supe que las cosas te saldrían bien.

Al cabo de un rato, empecé a tener hambre. No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas. Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas. Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente. Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas. Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo. Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro. Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.
Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de cámaras, seis o siete, de treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad. Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente. Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí. Así de sencillo. Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.

No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo. Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé. No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme. Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui. Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la historia.

—¿Volviste alguna vez? —le pregunté.

—Una sola —contestó. Unos tres o cuatro meses después. Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún. Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.

—Probablemente había muerto.

—Sí, probablemente.

—Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.

—Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo.

—Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella.

—Le mentí y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.

—La hiciste feliz. Y además la cámara era robada. No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario.

—Todo por el arte, ¿eh, Paul?

—Yo no diría eso. Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.

—Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?

—Sí —dije—. Supongo que sí.

Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara. Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia. Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría. Me había embaucado, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.

—Eres un as, Auggie —dije—. Gracias por ayudarme.

—Siempre que quieras —contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos. Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?

—Supongo que estoy en deuda contigo.

—No, no. Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.

—Excepto el almuerzo.

—Eso es. Excepto el almuerzo.

Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.

jueves, 18 de octubre de 2012

Baila, baila, baila - Haruki Murakami


Título: Baila, baila, baila
Autor: Haruki Murakami
Año: 1988

Edición: Tusquets - Andanzas
Pág.:464


 "No tenía nada que hacer. Nada que "debiera" o "quisiera" hacer. Me había desplazado ex profeso hasta el hotel Delfín para alejarme allí. Puesto que esa proposición fundamental que era el hotel Delfín había desaparecido, no sabía que hacer. Estaba atascado."
(pág.57)





Autor: Haruki Murakami (Kioto, 1949) estudió literatura en la Universidad de Waseda y regentó durante varios años un club de jazz. Es, en la actualidad, el autor japonés más prestigioso y reconocido en todo el mundo, merecedor de premios como el Noma, el Tanizaki, el Yomiuri, el Franz Kafka o el Jerusalem Prize. En España, ha recibido el Premio Arcebispo Juan de San Clemente, concedido por estudiantes gallegos, así como la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno español y el Premi Internacional Catalunya 2011.

Sinopsis: En marzo de 1983, el joven protagonista de esta novela, redactor freelance todoterreno, después de pasar días sombríos, siente la necesidad de volver a ciertos escenarios de su vida para ajustar cuentas con el pasado. Viaja a Sapporo con la intención de alojarse en el Hotel Delfín, donde años atrás pasó una semana con una misteriosa mujer que, de manera inesperada, desapareció de su lado. A su llegada descubre que han derribado el hotel y que en su lugar se alza otro, moderno y lujoso, pero su estancia allí propicia la aparición de personajes envueltos en un aura de irrealidad: una guapa recepcionista que ha vivido experiencias inverosímiles, una adolescente dotada de una aguda sensibilidad, o un antiguo compañero de colegio, ahora actor de éxito, que lo meterá en graves aprietos. Asesinatos, viajes a Hawai, pasajes a otros mundos y fiestas se suceden al ritmo de la música que suena en la radio de su destartalado Subaru. Lo cierto es que, como afirma un enigmático personaje, todo está conectado. Porque sólo se regresa al Hotel Delfín para poder empezar de nuevo.

Comentario personal: he leído críticas que no dejan muy bien este "Baila, baila, baila", pero yo, después de leer "La caza del carnero salvaje", me sumergí por completo en el universo Murakami y en el de su alter ego sin nombre, y no puedo más que decir que he disfrutado los dos libros. Ese no hacer nada lleno de hacer cosas, conociendo a personajes cada cual más peculiar, me ha arrastrado también a mí. No es más que mi opinión, nada objetiva, nada cualificada. Sé que no es apto para todos los gustos, pero quién consiga entrar en ese mundo, lo disfrutará. No lo recomiendo como primer Murakami a nadie; incluso diría que ni para los "no forofos" del japonés. En otra ocasión encontraremos algo más universal, como el anterior libro comentado en este blog. Hasta la próxima y felices lecturas.(* * * *)

domingo, 14 de octubre de 2012

Bartleby el escribiente - Herman Melville



Título: Bartleby el escribiente
Autor: Herman Melville
Año: 1853

Edición: Alianza -Bolsillo Literatura
Pág.:112




 "- Preferiría no hacerlo - dijo, y dócilmente desapareció detrás de su biombo."
(pág.39)





Autor: Herman Melville (1819-1891) es uno de los más importantes escritores de la literatura estadounidense. Trabajó primeramente como marino, luego fue profesor, y viajó en 1841, durante un año y medio por los mares del sur en un barco ballenero, hasta que desembarcó en las islas Marquesas donde vivió un mes entre los caníbales. Cuando escapó, fue a Tahití, luego a Honolulú (Hawai). Desde 1844 dejó de navegar y se dedicó a escribir novelas relatando sus experiencias en los barcos marinos. En 1850 se radicó en Massachusetts, en una granja cerca de Pittsfield, allí cultivó una íntima amistad con Nathaniel Hawthorne, escritor que influenció a Melville. A él dedicó su obra maestra, Moby Dick o la ballena blanca (1851).

Sinopsis: Pocos personajes tan insólitos en la historia de la literatura como "Bartleby el escribiente" y también pocos relatos más sugerentes que aquel al que da nombre. Marcada por una lógica propia cuyas consecuencias lleva con obstinación hasta el final y que se encarna en una suerte de resistencia pasiva, la singularidad del protagonista es, por otra parte, irreductible.

Comentario: "Bartleby es más que un artificio o un ocio de la imaginación onírica; es, fundamentalmente, un libro triste y verdadero que nos muestra esa inutilidad esencial, que es una de las cotidianas ironías del universo" (Jorge Luís Borges en el prólogo del libro). Y después del maestro, los demás callamos y disfrutamos de una obra maestra de la literatura.(* * * * *)

jueves, 11 de octubre de 2012

Mátalos suavemente - George V. Higgins

Título: Mátalos suavemente
Autor: George V. Higgins
Año: 1974

Edición: Libros del Asteroide
Pág.: 232


 "-Necesitamos que salga de la ciudad cuanto antes.
- Bueno, tú lo invitaste a venir. Mándalo de regreso.
- No querrá irse. Necesita la pasta, está desesperado. Se ha quedado sin curro o algo así. Aunque se lo diga, no se irá.
- Hoy no puedo ponerme en contacto con él.
- No es eso. He pensado que lo trinquen."
(pág.202)



Autor: George V. Higgins nació en Brockton (Massachusetts) en 1939. Estudió en el Boston College y en la Universidad de Stanford. Después de unos primeros años dedicados al periodismo, se graduó en Derecho y ejerció como fiscal y abogado, carrera que compaginó con la de escritor y docente en la Universidad de Boston y el Boston College. Durante siete años trabajó para el gobierno en la lucha contra el crimen organizado en la zona de Boston, actividad de la que sacaría inspiración para muchas de sus novelas.
En 1970 publicó Los amigos de Eddie Coyle, que sería la primera de veintisiete novelas, y también la que le dio más fama y prestigio. En 1973 fue adaptada al cine por Peter Yates con Robert Mitchum en el papel de Eddie Coyle. Entre sus otras novelas destacan The Digger’s Game (1973), Mátalos suavemente (1974), The Rat on Fire (1981) y The Agent (1999).
Mátalos suavemente ha sido adaptada al cine recientemente por Andrew Dominik con Brad Pitt como protagonista. Es también autor de libros de cuentos y de ensayos sobre política, deporte y literatura. Murió en 1999.

Sinopsis:  Jackie Cogan, sicario de la mafia de Nueva Inglaterra, es el encargado de «resolver» el atraco a una partida de póquer clandestina. Cogan, un profesional despiadado con la eficacia de un hombre de negocios y un sagaz sentido para percibir las debilidades ajenas, no se detendrá hasta localizar a los culpables y reparar el honor de quienes le han contratado.
Diálogos vivísimos, un humor mordaz y una tensión constante sostienen el suspense de una trama que se desarrolla en los ambientes criminales del Boston de los setenta, en los que se cruzan atracadores de poca monta, asesinos a sueldo, mafiosos y abogados corruptos.
Mátalos suavemente, la tercera novela de George V. Higgins, autor de Los amigos de Eddie Coyle, se publicó en 1974 y su éxito inmediato le consolidó como renovador del género negro. Su singular capacidad para plasmar con realismo la vida criminal llevaría a la crítica a calificarlo como «el Balzac de los bajos fondos de Boston». Un relato crudo y magistral de la mafia y de los hombres que aseguran su poder.

Comentario personal: Higgins podría ser un excelente autor teatral ya que, al menos en este libro, se basa sobre todo en los diálogos, tanto para ir construyendo los personajes como para desarrollar la acción de los mismos. Con esa base, la adaptación cinematográfica estaba cantada. Creo haber leído en algún sitio que Tarantino se declaraba admirador de la prosa de Higgins y no me extraña, ya que es un mundo en el que los personajes de Tarantino encajarían a la perfección. Pero en este caso no ha sido Tarantino el que ha adaptado la obra de Higgins a la gran pantalla, sino que la ha llevado a cabo Andrew Dominik. Desde que supe de la película y el libro, no me pude resistir al doblete de leer el libro y ver la película. En este caso y como excepción que confirma la regla, si el libro no está mal, la película está mucho mejor. (* * *)

PELÍCULA

Título: Mátalos suavemente (Killing them softly)
Año / País / Min / Ver. : 2012 / Usa / 104' / Doblada
Director: Andrew Dominik
Reparto:  Brad Pitt, Scoot McNairy, Ben Mendelsohn, Richard Jenkins, James Gandolfini, Ray Liotta

Sinopsis: La mafia se siente amenazada cuando unos desconocidos asaltan a los asistentes a una partida de póker. Los capos acuden al investigador Jackie Cogan (Brad Pitt) para encontrar a los culpables, responsables de una serie de robos a casinos protegidos por los propios mafiosos. Sin embargo, la misión de Cogan se complica entre indecisos, estafadores de segunda, asesinos cansados... y la situación comienza a degenerar poco a poco. (FILMAFFINITY)

Comentario personal: Brad Pitt no es santo de mi devoción pero he de admitir que aquí realiza un buen papel. La materia prima es buena pero la recreación que hace el director Andrew Dominik del mundo del hampa del Boston de los 70 es para quitarse el sombrero. Sobretodo si tenemos en cuenta que ambienta la película en otra época de crisis, el otoño del 2008, en plena precampaña de las elecciones presidenciales de los USA, de las que saldría ganador Barack Obama. Es igual lo que diga la radio y las imágenes que aparezcan en el televisor, todo respira años 70: la música, las chupas de cuero, los coches de los protagonistas...Tres cosas que no hay que perderse: un par de escenas cinematográficamente muy potentes (Russell flipado y el asesinato desde el coche), todas las apariciones de James Gandolfini (se come a cualquiera que se ponga por delante) y el monólogo final de Brad Pitt en el bar. Mención aparte y extraordinaria merece una estupenda banda sonora con joyas como "the man comes around" de Johnny Cash que abre la película, "money (that's what I want)" de Barret Strong o "love letters" de Ketty Lester. Disfrutad de la película, os la recomiendo.(* * * *)


 

domingo, 7 de octubre de 2012

Nueva York, poetas y 'martinis' - Fernando Gamboa

Columna publicada en el suplemento Babelia del 06 de agosto de 2011

A pesar de haber estado ya en varias ocasiones, jamás he logrado tener familiaridad con Nueva York -ni con ningún otro lugar de Estados Unidos, dicho sea de paso, no sé por qué-, y tal vez por eso, cuando la evoco, sigue siendo para mí mucho más fuerte su extraordinaria imagen literaria y cinematográfica que la de mi experiencia directa. Esto ha sido siempre así, aunque después de mi última visita, hace algunas semanas, algo empezó a cambiar.

Permítanme que les cuente una historia.

Precisamente por no tener familiaridad con la ciudad -y pocos amigos-, lo que hice al llegar a Nueva York y tener algo de tiempo libre fue seguir las referencias literarias, y así llegué al hotel The Algonquin, leyendo a Dorothy Parker, quien escribió este bello poema: "Me gusta beber un martini, / dos como máximo. / Después del tercero estoy debajo de la mesa, /después del cuarto debajo de mi anfitrión". En uno de los bares del hotel, estilo art nouveau y con frescos que recuerdan la famosa "Mesa Redonda" de los años veinte, por la que pasaron personalidades como Herman Mankiewicz y Harpo Marx, y donde Harold Ross inventó The New Yorker, me tomé los dos martinis rituales, fiel al poema -cada uno costaba 19 dólares-, ¡y qué martinis!

Luego, envalentonado por los cócteles -que, según una de las hipótesis, fue inventado en el desaparecido hotel Knickerbocker de Nueva York por un barman italiano de estrafalario nombre, Martini di Arma di Taggia- me fui a darle gusto a otro de los placeres de la vida, que es mirar libros viejos, de segunda, y para eso el mejor lugar es la librería Strand. Antes de entrar, sobre el andén de Broadway, vi que habían dispuesto decenas de cajas de libros al precio de un dólar, sin duda los de menor valor, y mirando aquí y allá encontré un libro de poemas de Catulo traducidos al inglés, en realidad una edición bastante banal, Grove Press, 1956. Entonces recordé mis esforzados estudios de latín, cuando estudiaba Filología en Madrid, hace 25 años, y empecé a leer al azar, con la vaga idea de recordar alguno, cuando, de repente, entre dos páginas, apareció algo, una hoja doblada en cuatro, así que la abrí, sorprendido, y encontré un texto mecanografiado, era un poema, escrito tal vez con una vieja Remington -me pareció reconocer el tipo, que usé alguna vez-, un poema cuyo título era 'Para Ann', firmado a máquina por Marya Gregory, y de nuevo firmado a mano con el nombre Marya Zaturenska, y fechado en 1956.























(Foto: Manel)

El poema era una elegía a una amiga, Ann, probablemente para el día de su cumpleaños, y el hecho de que el poema se encontrara en el libro de Catulo -lo vi de inmediato- obedecía a que el traductor de los poemas era Horace Gregory, marido de Marya Zaturenska, lo que me llevó a concluir que esa misma noche de 1956 los Gregory, Marya y Horace, llevaron cada uno un regalo, él su libro de traducciones recién editado (1956) y ella una elegía, escrita a propósito para esa noche, y que Ann, en medio de sus amigos, debió recibir con alegría y sin duda leer, puede que en voz alta, para luego poner la hoja entre las páginas del libro de Catulo, el otro regalo de esa noche. Lo curioso es que debajo del poema mecanografiado hay una anotación escrita a mano que dice: "Los Gregorys, Marya y Horace, donde Ann y mis buenos amigos". Doblé la hoja, la volví a meter al libro, lo pagué (con su valioso tesoro) y me fui a mi hotel, eufórico, e investigando supe que Marya Zaturenska era una poetisa neoyorquina nacida en Ucrania, en 1902, emigrada a Nueva York a los 7 años, autora célebre en esos años, amiga y compañera de militancia de Dorothy Parker.

Y más tarde, bebiendo otros martinis en un extraño bar de Chelsea, servido por una joven mesera que, por increíble que suene, tenía frases de Kurt Vonnegut tatuadas en los brazos, en fin, más tarde, decía, no me pareció imposible que uno de los mencionados "buenos amigos" fuera la misma Dorothy Parker, y tampoco que la fiesta de cumpleaños se haya podido celebrar en el bar del hotel The Algonquin, donde había estado horas antes, una fiesta a la que llegué, si se me permite, con 55 años de retraso y sin haber sido invitado, gracias a un extraño hallazgo en un libro. Pero ¿quién es la misteriosa Ann del poema? Bueno, para saberlo habrá que escribir algo más largo.

Santiago Gamboa (Bogotá, 1965) es autor, entre otros libros, de Necrópolis (La Otra Orilla), El síndrome de Ulises y Los impostores (ambos en Seix Barral).

jueves, 4 de octubre de 2012

La caza del carnero salvaje - Haruki Murakami


Título: La caza del carnero salvaje
Autor: Haruki Murakami
Año: 1982

Edición: Anagrama - Compactos
Pág.: 329


 "El edificio de cinco plantas, daba la impresión de ser una gran caja de cerillas puesta estúpidamente de pie. Al acercarse, no parecía antiguo, pero sí lo bastante viejo para llamar la atención. Seguramente, ya era viejo cuando lo edificaron.
Así era el Hotel del Delfín"
(pág.176)



Autor: Haruki Murakami (Kioto, 1949) estudió literatura en la Universidad de Waseda y regentó durante varios años un club de jazz. Es, en la actualidad, el autor japonés más prestigioso y reconocido en todo el mundo, merecedor de premios como el Noma, el Tanizaki, el Yomiuri, el Franz Kafka o el Jerusalem Prize. En España, ha recibido el Premio Arcebispo Juan de San Clemente, concedido por estudiantes gallegos, así como la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno español y el Premi Internacional Catalunya 2011.

Sinopsis:  Un desencantado treintañero, superviviente de su propia juventud, tiene con un socio más o menos alcohólico una pequeña agencia de publicidad y traducciones. En una de sus campañas publicitarias ha publicado una fotografía que lo pondrá en el punto de mira de un poderosísimo grupo industrial, verdadero imperio económico y también político. Y a partir de aquí, se verá lanzado a una ardua investigación, digna de las mejores novelas policíacas americanas: antes de un mes debe encontrar el lugar donde fue hecha la fotografía y el animal que aparece en ella. Si no lo hace le convertirán en un paria en su propia sociedad. El lector, junto con el protagonista, se internará en esta búsqueda del carnero mítico que, cuando es mirado por alguien a quien él elige, posee al espectador. Un carnero que –dice la leyenda– se apoderó de Gengis Khan y que tal vez no sea más que la encarnación del poder absoluto.

Comentario personal: de Tokio a Hokkaido persiguiendo a un carnero. Una búsqueda de un carnero al que se une la propia búsqueda vital de un treintañero, con ningún aliciente en su vida y al que solo esa búsqueda le sacará de una atonía que no le conduce a ningún lugar. Hotel Delfín, el rata, esa chica de ida y vuelta que le acompaña, el hombre carnero, el doctor ovino...el universo de Murakami no te dejará indiferente. Este libro sería una primera parte del estreno literario de este otoño de Murakami "baila, baila, baila", por lo que si quereís leer esta novedad de Tusquets, el carnero es de lectura recomendada. Y sí no, también. Disfrutarlo. (* * * *)

domingo, 30 de septiembre de 2012

EMM 3 - En Mi Mesa Agosto 2012


Agosto fue un mes en el que tuve un poco abandonado este blog, y tambien ha sido un mes de muy pocas adquisiciones para mi mesa de lecturas. Apenas 5 títulos se suman a las lecturas pendientes.


Después de seguir a David Pérez Vega en su blog desde ya hace un tiempo y de leer su poemario "Siempre nos quedará Casablanca" encargué en Laie su novela "Acantilados de Howth". Al  ir a buscarlo tambien cayó en el cesto "La felicidad de los pececillos" de Simon Leys, del que había leído buenas críticas.


Michel Houellebecq y sus "Particulas elementales": no he leído nada del autor galo, y creo que este libro será un buen inicio cuando se de el caso. Y ahora perdonarme, pero no recuerdo quién comentó estas memorias de Billie Holiday tituladas "Lady sings the blues" en su blog, pero el caso es que tomé nota del título y aquí está, pendiente de una tarde fría y lluviosa de invierno en la que apetezca oir la voz de Billie tanto impresa como en el ipod. Para acabar, un poco de poesía. De Andrés Neuman conocía su faceta de novelista (su "Viajero del siglo" me acompañó hace un par de años en mi viaje por Malasia) pero se dió a conocer y tuvo sus primeros éxitos con la poesía ahora recogida por acantilado en "Década (poesía 1997-2007)".

Y hasta aquí el EMM de agosto. Buenas lecturas a tod@s.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Esto es Nueva York - E.B.White


Título:Esto es Nueva York
Autor: E.B.White
Año: 1949
Edición: Minúscula - Paisajes narrados
Pág.:62


 "Puede destruir a una persona o satisfacerla, dependiendo en gran medida de la suerte. Nadie debería venir a vivir en Nueva York a menos que tenga la intención de ser afortunado"
 (pág.19)


Autor: Elwyn Brooks White (Mount Vernon, Nueva York, 1899-North Brooklin, Maine, 1985) comenzó a colaborar en la revista The New Yorker en 1927. Su firma se convirtió en una de las más representativas y prestigiosas de esta publicación, de cuyo staff formó parte hasta el final de su carrera. Allí conoció a Katherine Sergeant Angell, la directora editorial del área de ficción, con quien se casó en 1929. Entre los amigos de la pareja se contaban escritores como Dorothy Parker, Robert Benchley y James Thurber. White es autor con este último de ¿Es necesario el sexo?, una sátira de los manuales de sexualidad que obtuvo un gran éxito. Entre 1938 y 1943 escribió una columna mensual en la revista Harper’s. Sus tres libros infantiles, Stuart Little, Las telarañas de Carlota y La trompeta del cisne, son clásicos del género. Considerado como el más destacado estilista de su tiempo, en 1959 revisó y publicó una obra de William Strunk, Jr., The Elements of Style, que desde entonces es la guía por excelencia para escribir en inglés. En 1978 fue galardonado con el Pulitzer por el conjunto de su obra.

Sinopsis:  En el tórrido verano de 1948, en una asfixiante habitación de hotel, E. B. White escribió este ensayo, un vibrante homenaje a Nueva York. Sutil, divertido y nostálgico, es una mágica evocación de la ciudad y el retrato social de toda una época. De cada una de sus frases se desprende la fascinación que la urbe ejerce sobre quienes « ;cogieron sus bártulos y acudieron a la ciudad en busca de asilo, del cumplimiento de sus deseos o de cualquier otro Grial de mayor o menor importancia». En Esto es Nueva York palpitan todos los ambientes que contribuyeron a crear el mito: el tren elevado de la Tercera Avenida, el hervidero humano de sus calles, los grandes periódicos, el Queen Mary y su sirena. Y al llegar al final no se puede dejar de sentir un escalofrío ante la vulnerabilidad de este coloso urbano que White pone al descubierto con intuición certera.

Comentario personal: una pequeña joya de la editorial Minúscula, como casi todos los libritos de esta gran editorial. Escrito en 1949, lo único caducado son los lugares de copas, las tiendas y otros establecimientos tan cambiantes en la gran manzana. La disección que hace White de la ciudad, de sus habitantes, de su forma de ser, sigue tan vigente como hace más de medio siglo cuando se escribió. De lectura obligada para los amantes del periodismo y de la ciudad de Nueva York. (* * * *)

jueves, 20 de septiembre de 2012

Siempre nos quedará Casablanca - David Pérez Vega


Título:Siempre nos quedará Casablanca
Autor: David Pérez Vega
Año: 2011
Edición: Baile del sol -Poesía
Pág.: 70


 "A los tipos como Humphrey Bogart siempre les quedará París,
a los tipos como nosotros siempre nos quedará Casablanca"
 (pág.11)

 

Autor:  David Pérez Vega (Madrid, 1974) empezó a estudiar Ciencias Físicas. Cuando se le quedaron cortos los espacios de dimensiones infinitas de Hilbert, decidió cambiarse a Administración y Dirección de Empresas. Llegó a trabajar como auditor de cuentas en una conocida multinacional, pero, a pesar de la propaganda que aseguraba que la suya era la mejor empresa del mundo, pronto llegó a la conclusión de que cenar un sándwich extraído de una máquina a las doce de la noche sobre un ordenador no podía ser el éxito. Actualmente da clases de Economía y Matemáticas en bachiller y secundaria. Tiene editados un poemario Siempre nos quedará Casablanca (Tenerife, 2011) y la novela Acantilados de Howth (Tenerife, 2010).

Sinopsis de la editorial: 

CASABLANCA

      (Sueños de un seductor, Woody Allen)

En el sobrio blanco y negro de la pantalla,
la gabardina perenne de Humphrey Bogart le dice
a Ingrid Bergman todo lo que le tiene que decir.
Sin variar una repite sus tensas palabras
que ya oí idénticas tantas veces.
«Siempre nos quedará París,
lo habíamos perdido y ahora lo hemos recuperado.»
La cámara se eleva abandonando los pasos
que chapotean en la pista de aterrizaje.
«Éste es el comienzo de una gran amistad.»

Sé que estoy sonriendo
tras mi pijama de lento domingo por la tarde.
Fuera, con pasos de animal decrépito,
el cielo oscuro se adentra en la noche verdadera.

A los tipos como Humphrey Bogart siempre les quedará París,
a los tipos como nosotros siempre nos quedará Casablanca.
 
Comentario personal: no soy objetivo: Pérez Vega nació en el 74, yo en el 71. Pérez Vega disfruta del buen cine, con referencias a Casablanca, Woody Allen, Ken Loach o Adolfo Aristarain, y yo soy un cinéfilo empedernido. Pérez  Vega ama la literatura; yo lo intento. Pérez Vega tenía un trabajo que no le llenaba en nada; yo aún lo tengo. Pérez Vega escribe poemas sobre el amor y las relaciones entre hombres y mujeres; como yo y como todos en algún momento de nuestras vidas. He disfrutado leyendo este poemario. He disfrutado porque Pérez Vega ha escrito sobre la vida, sobre sus experiencias, en las que tambien me he visto a mí mismo. Deseando hincarle el diente a "Acantilados de Howth". (* * * *)

martes, 18 de septiembre de 2012

EMM 2 - En Mi Mesa Julio 2012


Con algo de retraso pero aquí tenéis la segunda entrega de los libros que van llegando a mi mesa de lectura. Siempre serán más los que van llegando que los que leo, pero este hecho indefectible creo que no es exclusividad mía; ¿quién más levanta la mano?


Estos dos título de la editorial baile del sol son gentileza de la misma editorial, que anda celebrando su vigésimo aniversario y que por suscribirte a su newsletter te envía dos títulos de su catálogo. Gracias y de nuevo felicidades a Baile del sol.


De los libros aquí mostrados "Momentos de inadvertida felicidad" ya ha caído como lectura. En breve espero caerá alguno más, aunque las lecturas conjuntas del café literario parece que me llevaran por otros derroteros.


Y de vez en cuando hay que leer poesía, así que este mes (hablamos del pasado julio) ha caído el poemario de David Pérez Vega. Reseña muy pronto en este blog.


domingo, 16 de septiembre de 2012

Alma - Javier Moreno

Título: Alma
Autor: Javier Moreno
Año: 2011
Edición: Lengua de trapo - Nueva biblioteca
Pág.: 140


 "Cada vez que aparece en un medio una foto mía siento que estoy traicionando a los de mi especie, que un escritor es cualquier cosa menos una imagen, que un escrito escribe precisamente porque no tiene imagen. María colecciona fotos antiguas, fotos que recolecta en los puestos del Rastro" (pág.32)
 
 
 Autor: Javier Moreno (Murcia, 1972) es licenciado en Matemáticas y Teoría de la Literatura. Es autor de los poemarios Cortes publicitarios (premio nacional de poesía Miguel Hernández), Acabado en diamante (premio internacional de poesía La Garúa) y Renacimiento; de las novelas Buscando batería, La Hermogeneíada y Click (novela por la que fue nombrado Nuevo Talento FNAC), y del libro de relatos Atractores extraños (finalista del premio Setenil 2010).


Sinopsis de la editorial: Esto no es un libro. Esto, como se anuncia desde el mismo título, es un alma. Pero un alma, no se equivoquen, no es nada del otro mundo. Es un conglomerado de imágenes y palabras, datos reproducibles a disposición de cualquiera, para satisfacción del democrático instinto mefistofélico (¿quién no ha deseado alguna vez poseer un alma ajena?). Esta novela habla de aquello que estamos -o no- dispuestos a compartir. Quizá no sepamos todavía qué es la intimidad, quizá la intimidad era otra cosa, tal vez el negativo de nuestra imagen. Es posible que la única intimidad que queda a nuestra disposición sea la de las palabras.


Comentario personal: no es una novela. No busquéis planteamiento, nudo y desenlace. Solo son pensamientos, ideas, extractos de la vida que no dan para desarrollar toda una exposición por si solos, pero que te dan una idea del personaje y del escritor. La estructura es muy parecida a la del anterior libro reseñado en este blog ("Momentos de inadvertida felicidad") aunque el contenido no tiene nada que ver. Aquí hay un propósito de literatura, de establecer un ejercicio de escritura. Al principio lo consigue (cuando empece a leer las primeras página pense:"éste se va a llevar las primeras 4* del blog") pero a medida que pasan las páginas Moreno va perdiendo fuelle. Y la historia de María y Eduardo no es que ayude. Lástima. (* * *)

martes, 24 de julio de 2012

Momentos de inadvertida felicidad - Francesco Piccolo


Título: Momentos de inadvertida felicidad
Autor: Francesco Piccolo
Año: 2010
Edición: Anagrama - Panorama de narrativas
Pág.: 152

 "El día que decidí que nunca más me pondría pijama, porque tienen combinaciones de colores horrorosas." (pág.35)

 "Decirle en una discusión "pero tú eres una persona inteligente" a quien me lleva la contraria para debilitarlo." (Pág.133)

"El aroma del periódico cuando lo coges en tus manos, las bocas con churretones de los niños al acabarse el helado." (Pág.146)

Autor: Francesco Piccolo (Caserta, 1964) vive en Roma. Ha publicado Escribir es un tic: los métodos y las manías de los escritores (Ariel, 2008), Storie di primogeniti e figli unici (Premios Giuseppe Berto y Piero Chiara), E se c'ero dormivo, Il tempo imperfetto, Allegro occidentale, L’Italia spensierata y La separazione del maschio. Es guionista, entre otras, de las películas Caos calmo de Antonello Grimaldi, y de El caimán y Habemus papam de Nanni Moretti. Momentos de inadvertida felicidad, su último libro, tuvo un extraordinario éxito en Italia con motivo de su publicación en 2010.

Sinopsis de la editorial: Estás en la cola del supermercado, o parado en medio de un atasco, o esperas a que tu novia salga del probador de una tienda de ropa, en fin, que estás algo distraído, cuando, de repente, la realidad que te rodea parece confluir hacia un único punto y hace que éste resplandezca. Y entonces te das cuenta de que acabas de encontrarte con uno de esos momentos de inadvertida felicidad. A medio camino entre Me acuerdo de Perec y las implacables leyes de Murphy, Francesco Piccolo pone al desnudo con despiadado sentido del humor los placeres más inconfesables, los tics, las debilidades con las que todos, tarde o temprano, hemos de bregar. Porque sólo reduciendo a añicos la realidad se logra atrapar por la cola –siquiera un instante– el sentido más profundo de la vida.

Comentario personal: Momentos cotidianos, intrascendentes, que no nos proporcionan el éxtasis o un orgasmo pero si un toque de felicidad. Como toda lista, en esta lista de momentos hay momentos acertados y momentos que no, hay momentos que logran sacarte una sonrisa de complicidad al verte reflejado, hay momentos que sonries porque son graciosos y hay momentos en que no logras conectar. Irregular. (* *)

domingo, 22 de julio de 2012

Meridiano de sangre - Cormac McCarthy


Título: Meridiano de sangre
Autor: Cormac McCarthy
Año: 1985

Edición: DeBolsillo - Mondadori
Pág: 400


"Cuando Glanton y sus jefes cruzaron de vuelta el campamento la gente huía bajo los cascos de los caballos y los caballos corcoveaban y algunos de los hombres iban a pie entre las chozas armados de antorchas y sacando a las víctimas por la fuerza, empapados de sangre, acuchillando a los moribundos y decapitando a quienes imploraban clemencia." (Pág 192)




Autor: Cormac McCarthy (1933) nació en Rhode Island, Estados Unidos. Las circunstancias de su biografía se hallan envueltas en la leyenda: no concede entrevistas, se dice que vivió bajo una torre de perforación petrolífera y que en su juventud llevó la vida de un vagabundo. Considerado como uno de los más importantes escritores norteamericanos de la actualidad, la publicación en 1992 de Todos los hermosos caballos, ganadora del National Book Award, lo reveló como uno de los autores de mayor fuerza de la nueva narrativa norteamericana. Su éxito, de crítica y público, se vio incrementado con la publicación de En la frontera y Ciudades de la llanura, que completan la llamada Trilogía de la frontera. Otras de sus obras son Hijo de Dios, Meridiano de sangre, El guardián del vergel, Suttree, No es país para viejos y La carretera.

Sinopsis de la editorial:  Estamos en los territorios de la frontera entre México y USA a mitad del siglo XIX. La autoridades mexicanas y del Estado de Texas forman una expedición paramilitar para acabar con el mayor número de indios posible. Es el llamado Grupo Glanton, que tiene como líder espiritual al llamado juez Holden, un ser violento y cruel: un hombre calvo como una bola de billar, albino, sin barba, sin pestañas, ni cejas. Holden Nunca duerme, le gusta bailar y tocar el violín. Viola, asesina y afirma que nunca morirá. En un momento determinado los carniceros de Glanton pasan de asesinar indios y arrancarles la cabellera a exterminar a los mexicanos que les pagaban.

Comentario personal: Quien se adentre en este violento infierno de arena y sangre creado por McCarthy tiene que estar muy seguro de donde se mete. Este es un libro que no es sencillo de leer, que se siente en las entrañas, en el que sufres y ves sufrir, que te incomoda, en el que por momentos te sientes perdido, desorientado, en el que las cosas a veces no tienen explicación. (* * *)

jueves, 5 de julio de 2012

EMM 1 - En Mi Mesa Junio 2012


Una manera de conocer a un lector, es ver de que se alimenta. No me gusta la expresión inglesa "In My Mailbox" que la mayoria de bloggers utiliza y he preferido adoptar la castellana "En Mi Mesa". El concepto es el mismo: mostrar lo último que ha entrado en la biblioteca de cada uno. Aunque despues las prioridades lectoras seguramente seran otras muy diferentes. Es el inconveniente (o la ventaja) de tener muchas lecturas pendientes en la estanteria. De momento este mes de julio empieza con "meridiano de sangre" de Cormac McCarthy. Saludos y buena lectura.

martes, 3 de julio de 2012

Presentación

En cierto modo el contenido de este blog no es ninguna novedad: marcar frases de los libros que se leen y añadir impresiones al respecto, son actividades que realiza todo lector. La diferencia es que ahora estas anotaciones las haré aquí, y otras personas las podrán leer. ¿Por qué ahora? Pues descubrí un grupo en facebook en el que se habla sobre literatura y en el que se organizan lecturas conjuntas que se llama café literario. Algunos de los miembros del grupo tienen un blog, así que, para poder interactuar mejor con el grupo decidí abrir este cuaderno de notas. Saludos y buena lectura.